Diego del Alcázar confronta ética y ciencia en ‘La genética del tiempo’: «La IA nunca tendrá empatía»

27 Oct 2023 por Redacción Irispress

Diego del Alcázar aborda los dilemas derivados del uso de la biotecnología en su primera novela ‘La genética del tiempo’ (Editorial Espasa), en la que profundiza en el uso de la misma para, por ejemplo, curar enfermedades genéticas, al tiempo que plantea dilemas éticos cuando su uso es inadecuado e irresponsable, una situación que se puede extrapolar a otros campos, como la Inteligencia Artificial (IA). «La IA nunca va a ser tan útil porque le va a faltar empatía», augura el autor en una entrevista con Europa Press.

El lanzamiento de esta novela coincide con la conmemoración de un doble aniversario en este 2023: los 70 años del descubrimiento de la estructura de doble hélice del ADN y los 20 años desde que se completó el mapa del genoma humano. Además, hace dos años se concedió el premio Nobel a Jeniffer Doudna (personaje ficcionado en la novela) y a Emanuel Charpentier por el descubrimiento de CRISPR (Repeticiones Palindrómicas Cortas Agrupadas y Regularmente Espaciadas).

Fue precisamente la lectura de la biografía de Doudna uno de los motivos que impulsó a Del Alcázar a lanzarse al mundo literario. «Me pareció fascinante porque no solamente era ella como investigadora sino el impacto que tenía lo que había descubierto» reconoce, aunque también puntualiza que le «apetecía escribir una novela».

En cualquier caso, el autor señala que no habló «con nadie». «Mi mujer me veía demasiadas horas en el ordenador los fines de semana y me preguntó si pasaba algo. Pero no le dije a nadie que estaba escribiendo una novela porque me iba a poner mucha presión», asegura Del Alcázar, que desarrolla su actividad profesional en el mundo de la educación ya que es CEO de IE University y fundador de The Global College, un colegio internacional para estudiantes de bachillerato.

En este punto, revela que cuando su hermana Isabela supo de la novela (es doctora en Biología Molecular) bromearon sobre la temática, además de darle consejos sobre algunas expresiones. «Se quedó muy sorprendida y le gustó mucho. Fue una sorpresa para ella y para mí aunque yo no sepa lo que es una molécula», confiesa.

Sobre los dilemas éticos que plantea su libro, el autor dice ser «muy optimista con los avances tecnológicos» y defiende que «hay que abrazarlos». «Cuanto antes empezamos a usar las tecnologías, antes vemos sus ventajas y antes vemos también sus inconvenientes y dificultades. Entonces nos empezamos a hacer preguntas porque pueden tener unas consecuencias negativas para nosotros o también potenciales desarrollos empresariales», relata.

Por todo ello, asegura que «el objetivo que persigue es que el lector se entregue a una serie de preguntas y que se hagan muchas más, porque es lo que nos invita a pensar y para eso está la literatura».

En alusión a los paralelismos con la Inteligencia Artificial (IA), el autor considera que, aunque se la ha bautizado de inteligencia, «no tiene capacidad de comprender». «Yo siempre pongo el ejemplo del ajedrez: siempre digo que es capaz de ganar al mejor ajedrecista del mundo, pero no es capaz de jugar, no entiende que está jugando y por lo tanto no es una inteligencia», explica.

Como argumenta, esta inteligencia «es un algoritmo predictivo de algo, del lenguaje, del sonido» y aunque, «obviamente, va a tener sus peligros, son muchas más las potencialidades que ofrece, al mejorar la calidad de vida». «Pero eso no quiere decir que no tengamos que pensar en sus peligros y hay que empezar a pensarlos pronto pero la inteligencia artificial nunca va a ser tan útil porque le va a faltar empatía», razona.

Asimismo, el libro pone el foco en la importancia de las sinergias, la innovación y el cambio. «Los cambios se producen súper rápidos y hay que adaptarse rápidamente. ¿Cómo? Pues entendiendo el mundo en el que vives, teniendo una mentalidad diversa y la capacidad de aprovechar las oportunidades, para lo cual es necesario una mentalidad emprendedora, abrazando la tecnología. Los cambios no son malos: no hay que rechazarlos, hay que abrazarlos y entender sus cosas buenas y sus riesgos», afirma.

Protagonismo del mundo rural: «Tecnología en cualquier parte»

La novela transcurre en dos planos temporales diferentes: uno ambientado en el presente (protagonizado por Mercedes de Grijalba) y otro en el futuro ficticio ambientado en el año 2072 (que gira en torno al personaje de Sofía).

Sobre la primera de sus protagonistas, expone que es «un personaje muy carismático, con mucha fuerza, llena de contradicciones y de humanidad también». «Luego deja de ser tremendamente fuerte para seguir adelante y seguir ayudando como sea a su hija, es decir, que está llena de vaivenes y de contradicciones y eso me gusta mucho», añade.

En cuanto a Sofía, explica que «representa un futuro muy optimista, alguien con mucho juicio, con valores muy elevados y eso no deja de ser también un mensaje de esperanza». Del Alcázar tampoco olvida a otros «personajes pintorescos» como el biohacker, que equipara con el duende Puck que aparece en ‘El sueño de una noche de verano’ de Shakespeare, «un bufoncillo que no deja de ser muy representativo de la sociedad».

Contrariamente a lo que se podría imaginar, gran parte de la acción se desarrolla en Navaluenga (Ávila), «un guiño» que el autor hace al pueblo de su infancia y que enlaza con la situación vivida a partir de la pandemia, cuando muchas personas abandonaron la gran ciudad para trabajar en el mundo rural, lo que ha abierto la puerta a un nuevo modelo productivo.

«Me divirtió esta idea. Esto es algo que empieza con el Covid y, de repente, todos nos fuimos a los pueblos que teníamos más o menos cercanos. Hubo mucha gente que se quedó en sus casas pero los que pudimos salir, fuimos a los pueblos, al origen, donde estaban nuestros padres, abuelos y demás», recuerda.

No obstante, a su juicio, la pandemia ha sido «la palanca de cambio» para abandonar las grandes ciudades y repoblar la denominada ‘España vacíada’. «Me parecía interesantísimo narrar la convivencia en pueblo y no en una ciudad. Allí se conocen todos y buscaba un poco eso también, sin olvidar la descripción de los ecosistemas naturales», reitera.

Además, augura que «dentro de 50 años, la tecnología permitirá trabajar en cualquier lugar sin ningún problema, si es que ya no lo permite». «Se puede trabajar desde cualquier parte, aunque nos haga falta el contacto físico. Pero ese contacto se puede dar en los pueblos también, ya que la tecnología está al servicio de ese contacto físico, en este caso en el entorno rural, que para mí es tan importante», enfatiza.

Por ello, defiende que la tecnología «puede mejorar la experiencia vital» sin olvidar el rol de las Humanidades. Al respecto, destaca que la novela también expone la importancia y el amor por las mismas. «Al final al ser humano lo que le hace diferencial de los animales o las máquinas es que es una persona capaz de sentir, empatizar, estar feliz o triste y eso es una ventaja y lo que nos diferencia de cualquier otra cosa», razona.

«Podemos entendernos a nosotros mismos, empatizar con una comunidad o con un grupo de amigos y, a través de las humanidades, podemos entender las diferentes formas de ver el mundo. Y eso es lo que yo creo que nos hace únicos ya que en el amor por el cambio tiene que haber una constante que es hacerlo desde una perspectiva humana y para eso están la filosofía, el arte o la historia, que fortalecen ese músculo», añade.

De cara al futuro, Del Alcázar no sabe si habrá una segunda parte de su novela pero confiesa que intentará que haya «un segundo libro». «Esto es una adicción brutal que desde luego no sé cómo voy a gestionar porque me ha divertido muchísimo escribir esta novela. Me queda el gusanillo de seguir haciendo cosas», concluye.

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