El gobierno chino busca un crecimiento basado en la productividad de todos los factores ante el descenso de población
El gran desafío que enfrenta China en los próximos 10 años es seguir creciendo pero la tasa de desocupación de la juventud china de 18 a 29 años de edad, altamente calificada, con nivel universitario o terciario especializado, está en el 20,5% en abril, cuatro veces más que el promedio nacional de desempleo. Al mismo tiempo, después de experimentar una fuerte recuperación económica post-Covid 19 de 4,5% anual en el primer trimestre del año, los indicadores del segundo trimestre, ascendieron a sólo 5,6% ese mismo mes en materia de producción industrial, muy por debajo de los pronósticos que estimaban que ascenderían a 10,6%, o más. Es un crecimiento muy alto como el de España pero para China no es extraordinario.
Esto parecería indicar que los datos del primer trimestre han tenido un carácter esencialmente cíclico, pero que han surgido factores estructurales que arrastran hacia una tendencia descendente, con fuertes signos recesivos.
El primero, y más crítico de esos factores estructurales, es el estancamiento o carácter declinante que ha adquirido la productividad de todos los factores, que es sinónimo del capitalismo más avanzado, que se manifiesta sobre todo en la economía digital. En este aspecto crucial, que es un punto decisivo que es preciso subrayar, la economía digital en China abarca solo 40% del PIB mientras que en la mayoría o más representa el restante 60%. Este sector depende todavía para su expansión solo del nivel de productividad del trabajo propio de la economía industrial.
Esto sucede cuando la crisis demográfica que afecta a China adquiere un carácter extremo y creciente. Según Naciones Unidas, la mitad de la población tenía menos de 20 años antes de 1980; y ese porcentaje disminuyó a 24,5% en 2015; y se estima que hacia 2050 más de un tercio de la población tendrá más de 60 años.
En términos económicos, lo que importa es la reducción de la fuerza de trabajo, estimada en la ausencia de 170 millones de trabajadores en 2030. Lo decisivo de este dato es lo que sucede con los operarios altamente productivos y capacitados, en los que hay un notorio desajuste entre los puestos que la economía nacional ofrece y el número nítidamente superior de trabajadores activos y calificados, hasta provocar una desocupación de 20,5% en este sector cuatro veces superior al promedio nacional.
En suma, el extraordinario número de trabajadores con elevada calificación que el sistema ofrece (se gradúan 12 millones de jóvenes universitarios por año) no puede ser absorbido por una economía que todavía se sustenta en 60% del total en un sistema productivo industrial. Este fenómeno chino es el resultado directo del más extraordinario experimento de ingeniería social de la historia, que es la política del “hijo único”.
La política del “hijo único” (2 en los campesinos) fue resuelta por Deng Xiaoping en 1979 al inaugurar la estrategia de “apertura y reforma” al capitalismo que se produjo tras el colapso de la Revolución Cultural y la muerte de Mao.
Sin esta política, la población china tendría hoy más de 500 millones de habitantes adicionales respecto a los niveles actuales. Esto haría prácticamente imposible el alza del producto per cápita de su población, aunque el crecimiento fuera excepcional como efectivamente ocurrió. En este periodo, además, el ingreso per cápita se elevó 8,1% anual y se duplicó cada 10 años. Ya está en puntos razonablemente altos.
Estudios de la economía de la República Popular vienen advirtiendo que este fenómeno crucial y único del desarrollo chino; y esto sucede cuando la puja geopolítica entre China y EE.UU. ha provocado en su intensidad la fragmentación de la economía global, y el riesgo de recesión mundial por este enfrentamiento entre las superpotencias. Lo que implica el vuelco sistemático y forzado a la búsqueda de un crecimiento basado en la productividad de todos los factores en los próximos 10 años, es que del logro de esta hazaña histórica depende la consecución del “Sueño de un Renacimiento de la Nación China”, o lo que es lo mismo el “Imperio del Medio” del siglo XXI, que se propone lograr en 2050.
La política ferozmente anti-China que lleva adelante EE.UU. en todos sus sectores es vista por el presidente Xi Jinping y la masa del pueblo chino como la última y más grande de las humillaciones que la Nación China ha tenido que experimentar en los últimos 200 años, a contar de la Guerra del Opio de 1840 y la pérdida de Hong Kong.
El primer ministro chino Li Giangs señaló en el Consejo de Estado de este año que es necesario acelerar el desarrollo del nuevo mercado nacional unificado sobre las pautas de los sectores más avanzados de la economía digital, a realizar fundamentalmente en la economía real (manufacturera), y que crezca exclusivamente sobre la base de la productividad de todos los factores, o innovación, sobre la premisa de que esté completamente integrada con la economía global más avanzada, lo que tiende a conseguir una reducción de más de 30% en los los costos de transacción, al tiempo que multiplica las oportunidades de inversión en China para el mundo entero.
En líneas generales, esta históricamente comprobado que lo que China se compromete a hacer, lo hace. Se puede asegurar que los próximos 10 años van a ser fenomenales en la historia del mundo y de la República Popular.