Las DANAS que vienen
La sociedad española se ha movilizado en solidaridad con los miles de afectados por la DANA que ha asolado buena parte del levante español. Como sucede ante cada tragedia colectiva, la ciudadanía española, sus instituciones, sus profesionales, sus voluntarios, han reaccionado con empatía, generosidad y eficacia.
La prioridad ahora es atender debidamente a las víctimas del desastre meteorológico, a los desaparecidos, a las familias con fallecidos, a los heridos, a los aislados y bloqueados, a los faltos de agua, alimentos y energía, a quienes han perdido todo, a quienes tratan de salvar sus hogares, sus medios de subsistencia…
Las administraciones españolas tienen recursos y experiencia para hacer bien su trabajo. Primero, las personas. Después, las infraestructuras. Más tarde, la recuperación de la normalidad en el resto de los ámbitos… Mostremos todos disponibilidad para el respaldo y la ayuda precisa a quienes tienen la responsabilidad de los servicios de auxilio y reconstrucción.
No obstante, la gravedad de lo ocurrido merece también alguna reflexión de fondo, para la que tendremos tiempo de extendernos. Resulta ya de una evidencia irrefutable que estos episodios extraordinarios van a más, en su frecuencia y en su envergadura. Es evidente también que existe una relación entre estas catástrofes y el cambio climático que reflejan los estudios científicos más acreditados.
Y, por último, cada vez son menos los que se atreven a negar una relación entre el cambio climático que nos amenaza y la actividad humana más dañina con el medio ambiente.
Por tanto, habrá que tener en cuenta al menos tres conclusiones en lo sucesivo.
Preparémonos para hacer frente a las DANA y otros fenómenos metereológicos de consecuencias extraordinarias, a fin de evitar en lo posible una afección cada vez más catastrófica en los daños personales y materiales.
Prevengamos y corrijamos el cambio climático con políticas valientes y comprometidas en el freno a las emisiones contaminantes, en las apuestas por las energías limpias, en el cuidado de los pulmones verdes del planeta, en la preservación de la biodiversidad…
Y evitemos los inconvenientes políticos, tanto los propios del negacionismo que paraliza a la sociedad en su respuesta a la catástrofe, como aquellos que vienen del oportunismo que debilitan las respuestas más solidarias y eficaces.