Que se comen tus mascotas
El penúltimo bulo de Trump en las elecciones presidenciales de los Estados Unidos ha causado estupefacción e hilaridad en buena parte del mundo. En esta ocasión, el candidato republicano ha denunciado falsamente que los inmigrantes favorecidos por su adversaria demócrata se dedican a comerse los perros y los gatos de las familias norteamericanas.
Harían mal los estrategas de la campaña de Harris en despreciar los efectos de este tipo de mensajes con desinformación aparentemente burda. Porque está comprobado que la desinformación funciona como activo político y electoral. De hecho, la efectividad de los bulos constituye un factor clave a la hora de explicar el éxito electoral de los Trump, Bolsonaro, Milei, Abascal y demás populistas de extrema derecha.
Tan es así, que el Partido Popular de Feijóo y Ayuso han decidido centrarse en esta estrategia y prescindir de cualquier intento por ganar la confianza de los españoles mediante propuestas constructivas y serias.
Tan falso como los comedores de mascotas es el bulo de la dictadura instaurada por Sánchez en España, y su complicidad con el régimen de Maduro, y los sobornos de Zapatero en Venezuela, y las irregularidades de Begoña Gómez en la universidad, y los impuestos impagados del hermano del Presidente, y las maletas secretas de Delcy, y el chantaje marroquí por las escuchas al Presidente, y el concierto catalán que roba a los andaluces, y el aumento de la criminalidad por la inmigración, y los gin-tonics del Falcon…
Mucha gente me pregunta aún por la docena de trajes que supuestamente compré para ejercer la presidencia de la Comunidad de Madrid, tras el triunfo electoral de la izquierda que robó la corrupción. Otro bulo. El de los trajes, no el del robo.
Siempre hubo bulos. ¿Por qué ahora son más efectivos? Porque las redes sociales y la proliferación de pseudo medios digitales favorece su divulgación, masiva, anónima, cuasi impune.
¿Qué persiguen los fabricantes y divulgadores de bulos? Destruir al adversario político. Camuflar las carencias propias, de ideas, de proyecto, de moral. Activar electoralmente a los odiadores. Desactivar electoralmente a los votantes racionales, que nunca les elegirían. Los odiadores adoran la hipérbole, por increíble que resulte, si se dirige contra el objeto de su odio. Por el contrario, las mentiras, los insultos, el fango, alejan a los votantes racionales.
Funciona. El CIS demuestra que una amplia mayoría de los españoles comparte valores de centro izquierda. Pero esa contundencia numérica no tiene una traslación en las urnas. La derecha odia más, participa más, vota más. La izquierda odia menos y vota menos. Si la política va de odio, la derecha avanza, la izquierda no.
¿Cuáles son las consecuencias? El descrédito del sistema, de sus instituciones, de sus protagonistas. La anti-política se abre paso, con lo que los parlamentos, los partidos y los políticos honestos son objeto creciente de ataques y desprestigio. El debate de ideas y proyectos en torno a problemas, necesidades y retos colectivos retrocede ante polémicas estériles.
La polarización y la crispación aumentan. La abstención crece entre quienes no participan de estos aquelarres agotadores. La democracia retrocede. La convivencia se resiente. Los derechos y libertades se ponen en peligro.
¿Qué hacer? Ser valientes, denunciar los bulos, defender la democracia, llamar a la participación política de todos y todas, incluso de los que no odian y tan solo buscan contribuir al avance en derechos, al bienestar general y a la mejor convivencia. Desde sus ideas libres, libres de bulos, libres de odio.
No formo parte de los “swifties”. Posiblemente porque he escuchado poco a esta autora e intérprete musical. Pero su reacción al debate Harris-Trump, publicando un mensaje de apoyo a la demócrata, llamando al voto racional, contra el caos, con su gato en brazos, me conmovió. Seguro que no le ha sido cómodo. Seguro que no le ha salido gratis. Al día siguiente remató la apuesta, y en la recepción de unos premios instó a los jóvenes a registrarse para votar. Todo un ejemplo. Hay más, muchos más, afortunadamente.
Defender la democracia es tarea de todos y todas.