De la mediocridad
Kuhne definió con exactitud las relaciones entre la ciencia y los poderes económicos y políticos como centros del poder y, por lo tanto, la supeditación de los objetivos científicos y sus logros a esta premisa fundamental, así se ha clarificado mucho la aparente neutralidad de la ciencia.
Algunos ejemplos son claves para fundamentar la tesis de este artículo. El primer caso, la inestimable aportación del Prof. Patarroyo y su vacuna contra el paludismo, un proceso infeccioso que afecta a un gran número de naciones y de población con elevada morbi-mortalidad, la gran mayoría son pueblos y naciones del tercer mundo, el investigador es hispanoamericano y oriundo de un país de estas características, realiza un descubrimiento de gran calado y trascendencia, no lo vende sino que lo dona a la OMS, el resultado: no se consigue ni producir ni distribuir por la enorme presión de la industria farmacéutica que tiene intereses de relevancia en este campo (impacto en el Fondo Monetario Internacional, ventas de sus productos sintomáticos, donación versus explotación económica).
Virchow, fue un gran Patólogo que obtuvo el Premio Nobel de Medicina, realizó un trabajo por encargo del Gobierno Alemán en una población minera sobre el incremento de la incidencia de tuberculosis pulmonar; el gran Patólogo realiza un informe minucioso y concienzudo que por su gran trascendencia es considerado como la primera investigación de Salud Pública, a pesar de haber sido realizada por un Patólogo: constata el informe la constancia del bacilo de Koch en todos los pacientes y en algunos portadores, pero a la hora de las recomendaciones señala: “No todos los portadores del citado bacilo evolucionarán hacia el desarrollo de una Tuberculosis Pulmonar, la diversidad de reacción estriba en que para evitar esa terrible evolución se debe hacer lo siguiente: mejorar las condiciones de vida, evacuación de excretas y tratamiento sanitario de las aguas, correcta alimentación incrementando el aporte protéico y restringiendo el graso, condiciones higiénicas de trabajo, ventilación de las casas, disminución de la humedad ambiente con falta de salubridad. Estas medidas serán más eficaces para el control y disminución de la incidencia de la Tuberculosis Pulmonar que cualquier otra medida exclusivamente médica que, por otra parte, sería mucho más cara y aportaría unos pingües resultados”. Esta conclusión le acarreará algunos problemas.
Tercer ejemplo, una complicación temida de los cuadros estreptocócicos en la infancia era la escarlatina, su incidencia disminuyó de forma radical a partir del final de la segunda guerra mundial, se atribuyó al descubrimiento y utilización de la Penicilina. ¿Pero son así los datos reales de los que se disponen? En efecto, lo anteriormente expresado es real, pero la disminución de mayor envergadura en la pendiente fue muy anterior a la penicilina e incluso al empleo clínico de las sulfamidas acontecido unos lustros con anterioridad. La disminución más evidente se inició tras la primera guerra mundial, época en la que se inició la regulación del trabajo en los niños y las niñas, se iniciaron los trabajos de saneamiento ambiental y, sobre todo, se mejoraron las normas de alimentación infantil.
Estos tres ejemplos, muy conocidos por otra parte y recogidos en casi todos los manuales al uso de Medicina Preventiva y Salud Pública, atestiguan lo relativo de los avances científicos cuando éstos se descontextualizan de la situación socio-económico y socio-política. Dicho de otra forma: en cada época se investiga en torno a lo que le “interesa” al poder, esa descripción magistral de Kuhne es ya, hoy por hoy, irrefutable.
No obstante, en ocasiones aparecen grupos de científicos que se aferran a la realidad e investigan desde ella y se integran en ella. Un caso relevante han sido las investigaciones acerca del síndrome de “burn-out” o del profesional quemado, que han aportado mucho contenido para comprender algo acerca de los funcionamientos institucionales y de la labor que desarrollan estos profesionales. Pero ¿cuál es la vivencia de ese profesional/político quemado? ¿qué acontece en su entorno? ¿cómo se va produciendo ese singular proceso? ¿qué factores subyacen, siquiera sutilmente, en esta situación? ¿qué mecanismos se despliegan?
Como bien señala Platón al retirarse las personas inteligentes de la actividad política, su espacio lo ocupan los mediocres y, como puntualiza Antonio Machado, muchas veces lo hacen en contra nuestra.
En el diccionario de la RAE se define la palabra mediocre con dos voces: De calidad media, pero la segunda voz tiene mucho interés: de poco mérito, tirando a malo. En el Diccionario de uso del español de Doña María Moliner utiliza tres voces para referirse a mediocre: De calidad media, coincidiendo con la RAE; en la segunda voz es mucho más contundente al referirse a bastante malo, de escaso mérito y en la tercera voz se muestra demoledora: aplicado a personas poco inteligentes.
Para sistematizar la comprensión de estos sujetos mediocres y sus acciones, el Prof. José Luis González de Rivera describió lo que denominó como “Síndrome MIA” (siglas de Mediocridad inoperante activa), este síndrome consiste en un tipo de trastorno institucional que afecta al funcionamiento de las organizaciones y repercute en los individuos, originando síndrome de acoso moral o síndrome de burn-out, el síndrome MIA consiste en un proceso que tiene fases de gravedad y profundidad evolutiva, en el caso que nos ocupa las características que se señalan son las que atañen al acoso moral laboral, profesional y político:
Tipo I o forma simple: Puede pasar desapercibida, es la forma más larvada y subclínica del proceso, puesto que la mediocridad favorece en grado sumo la conformidad, lo que asegura el acceso a la felicidad para algunos. El mediocre simple no va a crear, pero sigue/consigue caminos que han sido trazados, es un buen consumidor y un excelente copista, si llega a creaciones artísticas y/o científicas lo hace con uso/abuso de las normas (pre)establecidas. Aquí están los acomodaticios, los agazapados, los temerosos a todo y a todos, los silenciosos intencionales, los arribistas, los chaqueteros y los críticos maledicientes, en general, este tipo de sujetos no suelen dar la cara.
Tipo II o mediocridad inoperante (pseudo-operante o pseudocreativo): En esta fase ya se inician las complicaciones que pueden dificultar la adaptación al contexto. En este caso aparecen individuos pasivo-agresivos y con una clara tendencia a imitar la actuación del sujeto normal. Estos individuos no distinguen lo bello de lo feo, ni lo bueno de lo malo, todo es igual, todo-vale-y-todo-sirve, no discriminan; por lo tanto, este tipo de sujetos no sienten inclinación a propiciar procesos de ningún tipo y todo lo que intervienen está condenado al más vil de los estancamientos. Este tipo de sujetos produce y estimula maniobras repetitivas e imitativas, es más proclive a la pantomima de acuerdos de pasillo que al descubrimiento y prefiere lo trillado a todo lo que suponga innovación. Cuando ocupa puestos de relevancia, la organización que lo sufre empieza a dar muestras crecientes de parálisis funcional, acompañándose de hiperfunción burocrática –bien justificada por demás- que intenta disimular la falta de operatividad. Aquí están los acríticos del sistema, los “comparadores” entre épocas pretéritas y las actuales, ensoñadores del pasado, los funcionarios de manguitos mentales y algunos detentadores de puestos de responsabilidad que cumplen fielmente el principio de Peter.
Tipo III o Mediocre Inoperante Activo: Según el autor citado es una variante maligna, tanto por sus efectos como por sus tendencias invasivas y metastásicas. El sujeto desarrolla una gran actividad que termina por hacerlo inoperante, tiende a querer influir en los demás, con francos componentes mesiánicos. Tiende a infiltrar organizaciones complejas y crea grupos, comités improductivos con funciones de seguimiento y control, posibilitando el entorpecimiento (en ocasiones hasta destrucción) de los individuos más brillantes. Con puestos de poder (académicos –especial sensibilidad a la infección-, y/o administrativos y/o políticos –otro punto sensible-) pueden generar ingentes cantidades de trabajo absolutamente innecesario que se impone a los demás y dificulta el desarrollo, el avance y la realización de actividades creativas. Además, es un sujeto proclive a la envidia, puesto que sufre ante el progreso ajeno y, por ello, tiende a destruir la excelencia, desarrollando sofisticados mecanismos de control, persecución y entorpecimiento. Se tiende a destruir al sujeto mínimamente brillante o que es vivido como amenazante o al que señala como vulnerable, para ello se callan sus logros, se difunden insidias (en silencio, a escondidas, nunca dará la cara, lo hace en cenáculos privados y privativos de crítica y contraste) y amplificará todo rumor o dato equívoco que invite a la descalificación y desprestigio de esa(s) persona(s) brillante(s), amenazante(s) o simplemente vulnerable(s). Lo relevante es que se señala la destrucción de las personas, puesto que estos mediocres inoperantes no van a entrar nunca en las ideas ni en los contenidos; en efecto, las mentes grandes hablan de ideas, las mentes medianas hablan de eventos y las mentes pequeñas hablan de los demás. Aquí se sitúan las venganzas indiscriminadas, las represalias, el rencor (la mayoría de las veces injustificado), el temor por propia inseguridad, el “trepismo”, el encumbramiento de seres con oscuras/preclaras intenciones.
Las consecuencias del acoso son funestas: los perpetradores del acoso desarrollan un síndrome conocido como MIA de singular gravedad, deterioro e invalidez; los sujetos acosados pueden terminar en el burn-out y las organizaciones con una parálisis funcional y de ideas y, sobre todo, con un crecimiento manifiesto de la desconfianza entre sus miembros. Tres reflexiones acercan a comprender el efecto de los acosadores y su sustitución por los mediocres: Martin Luther King fue muy rotundo y miraba hacia la reacción personal “no me duelen los actos de la gente mala, me duele la indiferencia de la gente buena”, una señalización directa y clara a lo que se conoce como la gran mayoría de la población. Pero Simone de Beauvoir es muy rotunda y señala al acosador directamente: “el opresor no sería tan fuerte si no tuviese cómplices entre los propios oprimidos”, es de una dureza tremenda que traduce el gran peligro que tienen las personas mediocres cuando acceden a detentar un tipo de poder. Para entender este sustrato del acoso y de la mediocridad como sustituta de la inteligencia nos lo explicaba Galileo Galilei cuando avisaba que “la ignorancia es la madre de la maldad y de todos los demás vicios”.
Este sujeto mediocre, que se proclama defensor de las verdades profundas, es un tipo que trasmite que controla la mayoría de los campos de la sociedad y de la política, trae a primera línea el recuerdo y la cordura de otro comentario brillante y certero de Miguel de Unamuno para describirlo porque “lo sabe todo, absolutamente todo. Figúrense lo tonto que será”.
Para poder generalizar este mensaje del líder mediocre y que fomenta una mediocridad inoperante activa, se necesita a los medios de comunicación social, por ello lo parasitan, consiguiendo que, alguien tan poco sospechoso como Joseph Pulitzer, nos explique que “con el tiempo, una prensa mercenaria, demagógica, corrupta y cínica crea un público tan vil como ella misma” porque se comprueba que “la manipulación mediática hace más daño que la bomba atómica, porque destruye los cerebros”, en palabras de Noam Chomsky.
Se desarrolla esta nueva línea de acoso, desde la mediocridad de los líderes acosadores, lo explica Antonio Machado cuando publica en su día diciendo que “el arma más destructiva que utiliza el fascismo es la mentira”, pero esta formulación queda muy bien matizada por alguien tan poco sospechoso como el que fue Director del diario Pueblo, de clara ideología de derecha dura: D. Emilio Romero, y lo aborda con claridad y de forma directa cuando publica que “la derecha para ganar unas elecciones tiene que mentir y la izquierda sin embargo no, simplemente porque la derecha defiende los intereses de doscientas familias y eso no da votos suficientes”. Siguiendo a Manuel Rico, se exponen cinco mentiras confeccionadas por las derechas en los últimos cinco años: la ETA sigue viva, es su matraca de forma vergonzosa; el procés no ha muerto, a pesar del resultado de los últimos cinco años y de las últimas elecciones de Catalunya; el responsable de los 7.291 muertos en las residencias de la Comunidad de Madrid es Pablo Iglesias y por ello Ayuso en la Asamblea de Madrid se niega al debate; la Presidenta, una vez más personalmente, de la Comunidad de Madrid, en sede de la Asamblea de Madrid, vincula, de forma vergonzosa, al Gobierno de España con fomentar el consumo de drogas; y, por fin, se vincula a Pedro Sánchez con el atentado del primer ministro eslovaco, sin base argumental alguna.
Estos líderes acosadores, escasamente formados por muchos títulos que posean, que son mediocres y difuminan la mediocridad como forma de abordar la realidad, la forma de pensar y de actuar en política lo que difunden de forma manifiesta es la ignorancia; ya decía Ibn Rushd Averroes algo que en estos meses hemos comprobado de forma fehaciente: “La ignorancia lleva al miedo, el miedo lleva al odio, y el odio lleva a la violencia”. En esa violencia verbal ya han rebozado los debates los líderes de las derechas políticas, sus efectos empiezan a despuntar en otro tipo de violencia que se inicia en lugares puntuales pero en forma de goteo contínuo de lluvia tipo orbayu, ahora a los colectivos LGTBIQ+, allá a determinados concejales o alcaldes, en otros lugares a la cultura con el retorno de la censura, o de los intentos de retirar el nombre de calles, plazas o centros culturales, son muestras diversas de verdadera violencia de la ignorancia y la mediocridad.
Cualquier parecido con la experiencia y realidad que nos circunda no es… pura coincidencia.