Pues sigue habiendo espaloles, y vivirán mejor
Nuestra democracia funciona, porque funcionan sus instituciones. El Congreso ha elegido a un Presidente del Gobierno, que ha prometido la Constitución ante el Jefe del Estado y formará Gobierno en breve.
Buena parte de los tradicionales poderes fácticos de la derecha española han tratado de generar un clima de excepcionalidad, de desestabilización incluso, trasladando la consigna falsa de que el gobierno de Sánchez será un gobierno ilegítimo, inviable y traidor, tanto al interés general como a la democracia misma.
No es la primera vez que esto ocurre. De hecho, la historia de España está plagada de este tipo de intentonas, de pronunciamientos y hasta golpes de Estado, que se reproducen cada vez que las opciones progresistas obtienen la confianza de las mayorías por vías democráticas.
Las derechas se han movilizado en las calles, con manifestaciones pacíficas y también con algaradas violentas, incluidos sabotajes a las sedes socialistas y agresiones a sus diputados en las horas previas a la votación de investidura. Las algaradas han sido precedidas por graves acusaciones y señalamientos públicos, al peor estilo fascista, desde medios y redes derechistas.
Los vocales caducados del caducado gobierno del Poder Judicial, que lleva años sin cumplir sus funciones constitucionales, también se ha sumado a la descalificación falaz. Y tanto PP como Vox han actuado en el Congreso y en el Senado como si la formación del inminente Gobierno progresista no hubiera nacido de la voluntad democrática de la ciudadanía.
Los hechos desmienten las acusaciones falsas de la derecha política, mediática y judicial. Las instituciones funcionan, a pesar de ellos. El Presidente ha sido investido. El Gobierno toma posesión. Las Cortes tendrán pronto apertura solemne y un calendario de funcionamiento normalizado.
Los hechos desmontan también el apocalipsis anunciado por doquier. Celebrada la sesión de investidura, e investido el Presidente Sánchez, los españoles no han dejado de existir, ni se ha proclamado una dictadura por puerta trasera o delantera, ni las leyes han dejado de estar en vigor, ni han muerto la democracia o el Estado de Derecho.
Pero las estrategias de deslegitimación y desestabilización hacen daño. No han logrado tumbar al Gobierno elegido en las urnas, pero sacaban la confianza de la ciudadanía en las instituciones que garantizan las libertades y los derechos de todos y todas.
No ha dejado de haber españoles tras la investidura del Presidente Sánchez, como anunciaba Díaz Ayuso. De hecho, sigue habiendo españoles y vamos a trabajar para que vivan aún mejor. Ese es el propósito de los compromisos adquiridos por el Presidente ante los representantes legítimos de los españoles en el Congreso de los Diputados.
¿Será una legislatura difícil? Sí, lo será. Porque difíciles son los retos que afronta la sociedad española, porque la fragmentación de su representación política dificulta los acuerdos precisos, y porque la derecha patria se empeña en boicotear los intereses generales cuando no son ellos los que mandan.
Pero hay esperanza, porque tenemos un Gobierno que comparte los valores progresistas de la mayoría, comprometido con un programa de justicia social, de convivencia y de modernización.
En consecuencia, hoy cabe celebrar el funcionamiento impecable de las instituciones democráticas en España, pese a los intentos de desestabilización.
Cabe hoy también pedir a los socios gubernamentales un esfuerzo para la estabilidad y la gobernabilidad.
Y cabe exigir a la oposición lealtad con España, porque España no es sino el pueblo español y su representación legítima en las instituciones democráticas.