EE.UU es incapaz de vencer a la alta tecnología de China
Jensen Huang, presidente de Nvidia, la principal empresa fabricante de semiconductores (“chips”) de EE.UU. declaró ante el Congreso de Washington que todo intento de imponer más controles a la fabricación de “chips” de la República Popular perjudicaría fundamentalmente a la propia industria de fabricación de semiconductores estadounidenses.
La razón de esta afirmación es que la integración que existe entre los sectores de punta de los 2 países más avanzados del mundo es inescindible. Huang agregó que el sistema de control de las exportaciones norteamericanas establecido por el gobierno de Joe Biden y el Congreso de Washington le “…impide competir” a la industria estadounidense, a lo que hay que sumarle que este sistema de control y restricciones la inhabilita para vender en su principal mercado externo, que es el de China.
Las necesidades estratégicas y geopolíticas de EE.UU. se han convertido en el principal obstáculo para la competitividad internacional de su industria estratégica fundamental.
Esto significa que el mayor adversario del pleno desarrollo de la industria de alta tecnología estadounidense es la política establecida por la administración demócrata de Joe Biden.
Es posible, sin embargo, que la ironía de la situación surja de un nivel todavía más profundo que la forma paradójica en que se revela actualmente.
Se trata de la naturaleza misma de la tecnología de avanzada, que por necesidad requiere libre intercambio y acceso irrestricto al conocimiento mundial.
Martin Heidegger ya había advertido que “…la esencia de la técnica no es técnica, sino cultural”; y requiere que su expresión externa sea coherente con su naturaleza interna.
La respuesta china a este desafío norteamericano es la decisión de fabricar sus propios “chips” en la República Popular, comenzando con los más sofisticados en el terreno decisivo de la “Inteligencia artificial” y el diseño de medios gráficos de juegos y entretenimientos (que es el mayor mercado del mundo). Los recursos y el “capital humano” para llevar a cabo esta empresa fundamental no son restricciones para la República Popular.
Hay una segunda ironía en esta situación; y es que es imposible desarrollar la industria de los “chips”, tanto en EE.UU. como en China, en forma autárquica, como si el mundo estuviera fragmentado en “bloques”, como ocurrió durante la Guerra Fría (1948/1991). Ahora en cambio lo que impera es la globalización, que es un flujo constante de conocimientos de raíz tecnológica, que exige por necesidad una fase continua de cooperación, cualquiera sea la opinión del Pentágono, el Congreso de Washington, o la administración demócrata.
“Si China puede comprar un producto de alta tecnología de EE.UU., implica que está en condiciones de fabricarlo”, precisó Jensen Huang (China importa por año más de 400.000 millones de “chips” del exterior).
El mercado chino no es solo el mayor comprador externo de la alta tecnología de EE.UU.. Es más que eso. Es su principal mercado internacional; y sin él no hay exportaciones significativas de “high tech” estadounidense en el mundo.
La regla, sostiene Jensen Huang con cierta ironía asiática, es que “Hay una sola China”; y si ésta desaparece, no hay ninguna otra que pueda reemplazarla.
La capitalización de Nvidia superó el billón de dólares en 2022, lo que implica que se duplicó en un año; y que al mismo tiempo está en condiciones de triplicar o cuadruplicar a sus rivales del mercado norteamericano, como Intel y Qualcomn.
Ahora el gobierno de Joe Biden se apresta a prohibir a Nvidia que le venda a China cualquier tipo de semiconductores, comenzando por los más avanzados que son los de las series H100 y H101; si esto sucede le prohibiría virtualmente vender a su principal mercado en el exterior.
El dominio de la tecnología y la fabricación de los semiconductores o “chips” le otorga a EE.UU. una virtual hegemonía en la puja geopolítica con la República Popular.
Irónicamente la única que puede enfrentar el peso estratégico abrumador de EE.UU. en materia de “chips” o semiconductores es la propia República Popular. Una situación como la que tiene hoy EE.UU. respecto a China en materia de “chips“ o semiconductores sería “casus belli” (razón para una guerra) hace solo 5 años atrás.
Esto no sucede hoy porque China ya ha encontrado el camino de su desarrollo autónomo en materia de “chips”; y el tiempo y su gigantesco mercado interno juegan a su favor. No hay “secretos” en la alta tecnología del mundo avanzado. Todos sus códigos y algoritmos son públicos y están en Internet.
Para la alta tecnología norteamericana, China es imposible de reemplazar; y esto es lo que impone la regla estratégica de que, si la guerra es imposible por su carácter catastrófico, se impone la negociación, sobre todo en el campo decisivo de la “Inteligencia artificial”. Allí se impone con el peso de la necesidad la cooperación sobre el conflicto, la unidad antes que el enfrentamiento.
Se puede concluir que esta no es una paradoja sino el rostro explícito y nítido que adquiere la verdad en el siglo XXI.