De galopes y debates o hacer debates a los lomos de la inquietud

14 Jul 2023 por J.L. Pedreira Massa

Hemos tenido un debate entre los dos candidatos con más posibilidades de ser Presidente del Gobierno tras la celebración de las elecciones generales. Se habían creado muchas expectativas durante las fechas previas. Los candidatos preparaban los temas, revisaban estadísticas y ordenaban datos y más datos, al menos eso se suponía, la organización del debate ya traía su mochila: no se celebraba en la TV pública, sino en una privada, con unos moderadores muy escorados, a tenor de sus escritos e intervenciones televisivas previas, hacia el candidato que había rechazado la TV pública.

Se había estudiado minuciosamente el escenario, en el proscenio se situaban los dos moderadores, en habitaciones contiguas, al estudio 14, los cronometradores del tiempo de intervención de cada candidato; la escena dominada por una mesa para que los candidatos estuvieran “face to fase”. sentados, uno como una estatua, el otro hace paseos de recorridos cortos; en ambos lados de la mesa montoncito de papeles, se supone que con datos que van a utilizar en el debate. Las condiciones del debate ya habían sido “pactadas”. Uno de los candidatos jugaba a domicilio, se notó desde la recepción por parte de los directivos y la pose en el “photo call”, el segundo candidato era el visitante, menor intensidad en la ceremonia de recepción con forzada cordialidad.

Existen muchas técnicas estratégicas, tácticas y retóricas para este tipo de debates, en la década de los setenta del siglo pasado un bioquímico americano del movimiento creacionista, llamado Duane Gish, alcanzó celebridad por sus debates públicos con los biólogos evolucionistas. Duane Gish se hizo famoso porque a lo largo del debate presentaba argumentos superficiales y cambiando continuamente de tema con gran rapidez, de tal suerte que sus contrincantes en el debate no podían armar una contrargumentación pues, además, les interrumpía de forma constante.

En la década de los ochenta del pasado siglo, es decir unos diez años con posterioridad a la aparición de este tipo de retórica, la antropóloga americana Eugenie Scott describe esta técnica como “Gish gallop” (Galope de Gish), lo define como que se permite al biólogo creacionista durante 45-50 minutos arrojar torrentes de error que el biólogo evolucionista no tiene esos errores”. Este creacionista no respondía a las objeciones de sus oponentes evolucionistas, además incluía el uso de suposiciones sobre sus oponentes y negaba la evidencia científica contraria a sus creencias.

Scott recoge el concepto de esta técnica que se explicita con tres características: mentiras, medias verdades y tergiversaciones, que son emitidas de forma rápida, se hace de tal forma y manera que no dan tiempo al contrincante para rebatir los contenidos. En castellano se ha denominado a esta técnica retórica como “metralleta de falacias”, de forma muy pertinente pues incluye la forma de exposición de los temas (metralleta) y el grado de veracidad de los contenidos (falacias).

Con esta técnica retórica se persigue confundir al oponente y abrumarlo por la cantidad de datos muy diversos y falseados, por lo que resulta muy difícil de rebatir debido a la asimetría entre ambos dialogantes. Hay que señalar que los argumentos mostrados por los que utilizan esta técnica, son débiles y requieren poco esfuerzo de elaboración y comprensión, son argumentos bastante inconsistentes.

Existe un peligro subyacente: que esta técnica retórica se transforme en un mecanismo “normalizado” en determinados debates, por ejemplo, en los debates políticos. La utilización de este procedimiento retórico se le considera como un uso éticamente cuestionable, ya que pretende abrumar al oponente y ni persigue argumentar de forma sólida y verificable, por lo que se ha cuestionado a quien utiliza esta técnica del Gish gallop o metralleta de falacias como una persona con escasa honestidad intelectual y personal.

Utilizar esta técnica es muy difícil de rebatir, debido a la asimetría en la que se posicionan ambos oponentes. Se recomienda que se señale explícitamente que se está utilizando el galope de Gish. La forma de responder consiste en utilizar la refutación temática o de puntos agrupados y no abordar cada argumento de forma aislada por separado.

Es decir, rebatir a la “metralleta de falacias» consiste en centrarse en los puntos relevantes y no en querer abordar la cantidad de puntos que lanza el interviniente. En resumen, la forma de afrontar la retórica del Gish gallop consiste en:

 

  1. Investigación exhaustiva: Es fundamental realizar una investigación exhaustiva sobre el tema en cuestión. A mayor nivel de información sobre el tema, se está más preparado para identificar y refutar las afirmaciones falsas.
  2. Fuentes confiables: Utilizar fuentes confiables y verificadas para respaldar los argumentos. Citar expertos y estudios respaldados por la comunidad científica, así se rebaten las afirmaciones falsas con evidencia sólida.
  3. Enfocarse en las afirmaciones clave: En lugar de intentar refutar todas las afirmaciones falsas, concentrarse en las más relevantes y significativas. Al desmontar las afirmaciones centrales, se podrá debilitar la base argumental del galope de Gish.
  4. Claridad y precisión: Comunicar los argumentos de manera clara y precisa. Evitando caer en la trampa de responder a todas las afirmaciones de manera desordenada. Enfocarse en transmitir las ideas de manera efectiva y coherente.

También existen otras estrategias similares al galope de Gish que también buscan contaminar el debate y distorsionar la información:

  1. La técnica del bombardero de datos: se basa en abrumar a la audiencia con una gran cantidad de datos, estadísticas y referencias. El objetivo es crear la ilusión de autoridad y conocimiento, aunque muchos de los datos presentados pueden ser engañosos o irrelevantes para el tema en cuestión. Esta técnica busca dificultar la refutación exhaustiva de cada dato presentado.
  2. La falacia del hombre de paja: se distorsiona o se exagera el argumento del oponente para luego refutar esa versión distorsionada. El objetivo es desacreditar al oponente y hacer que sus argumentos parezcan débiles o irracionales, evitando abordar los puntos clave y se desvía la atención del debate real.
  3. La táctica de la prueba anecdótica: presentar ejemplos o casos anecdóticos como evidencia sólida para respaldar un argumento. Las anécdotas pueden ser persuasivas, pero no constituyen pruebas concluyentes. Se busca apelar a las emociones y a la experiencia personal de la audiencia, en lugar de basarse en datos verificables y estudios científicos.
  4. La táctica del ataque personal: se enfoca en desacreditar al oponente a través de ataques personales y no se abordan sus argumentos. Se busca difamar o ridiculizar al adversario con el objetivo de desviar la atención del debate real y erosionar su credibilidad.
  5. La sobreexposición selectiva: destacar selectivamente ciertos aspectos o datos, mientras se ignoran otros que podrían contradecir el argumento presentado. La selección cuidadosa de la información que se divulga busca manipular la percepción de la audiencia y construir una narrativa sesgada que respalde una determinada posición.

Muchas de estas técnicas también se incluyen en el desarrollo del “Gish gallop” como técnicas complementarias y que simulan refuerzo a las posiciones superficiales y variopintas que se utilizan en la “metralleta de falacias”.

Recordemos las características básicas del galope de Gish, con ls finalidad de explorar si en el debate del lunes se empleó esta técnica y por parte de quién:

 

  1. Rapidez: Se presentan numerosos argumentos en un corto período de tiempo, lo que dificulta su análisis crítico. El candidato de la “derechultra” (neologismo creado por Nicolás Sartorius para definir a las extremas-derechas-extremas en España) salpicaba sus intervenciones de múltiples datos inconexos entre sí de forma poco estructurada, pero muy efectista, además saltaba de un nivel a otro, de la economía a los pactos en el Congreso de los Diputados y de ellos a contenidos de leyes, todo ello de una forma eléctrica.
  2. Argumentos engañosos: Los argumentos utilizados suelen ser falaces, es decir, contienen errores lógicos o información falsa. El candidato de la “derechultra” utilizaba argumentaciones poco verificadas, basada en fake-news o en fuentes desconocidas, daba la sensación de ser expresión de chascarrillos, más que argumentos serios.
  3. Medias verdades: A menudo, se presentan medias verdades o hechos aislados que, sin el contexto adecuado, pueden llevar a conclusiones equivocadas. El candidato de la “derechultra” lo utilizó de forma profusa, pero sobre todo al hacer referencia a la ley del sí es sí o cuando se refirió al puesto que ocupaba España en la economía internacional o en el crecimiento de la deuda en Galicia y España o al crecimiento de las pensiones según el IPC o la ley de vivienda.
  4. Tergiversaciones: Se manipula la información y se tergiversan los hechos para respaldar una determinada postura, independientemente de su veracidad. El candidato de la “derechultra” no aportó ni una información con bases reales, eran sus propias interpretaciones, manipuladas y vaciadas de sentido. Por ejemplo, se basaba en fuentes no aclaradas, cuando estaban disponibles los datos de la OCDE, del BCE, del Banco de España, del FMI, de la Comisión Europea en boca de su presidenta la Sra. Úrsula von der Leyen; también en medios de comunicación internacional como The Economist, The Guardian, The Financial Times y The New York Times. Otro dato tergiversado era la cifra de paro, es indudable que ha disminuido y se ha incrementado la cotización a la seguridad social, el candidato de la “derechultra” insistía en los fijos discontínuos que yambién habían sido contabilizados por ellos en el gobierno del pp, también tergiversaban las altas tasas de paro en jóvenes y mujeres, cuando han sido dos colectivos que han incrementado los puestos laborales, además si bien es cierto que España es el país con más porcentaje de paro en estos colectivos, no es menos cierto que no es originado por el gobierno actual, sino que esta elevación se origina hace años y su abordaje decidido ha sido en la presente legislatura con la Reforma Laboral que la “derechultra” votó en contra. Un último ejemplo de tergiversación entre pactos de legislatura o acuerdos puntuales de grupos para aprobar una u otra ley y que los grupos parlamentarios son todos legales y constitucionales.

Con todas estas maniobras, comprendidas en la “metralleta de las falacias”, se pretendía contaminar el debate a base de las mentiras que emitía con rapidez y mezcla de temas el candidato de la “derechultra”. El objetivo principal del galope de Gish consiste en sembrar la duda y la confusión en el debate, tanto en el oponente del debate como en los espectadores. Al presentar una gran cantidad de afirmaciones falsas, el orador espera que su oponente no pueda responder de manera efectiva a todas ellas, lo que crea la ilusión de que sus argumentos son sólidos y convincentes, sobre todo en los espectadores. Esta táctica puede ser especialmente efectiva cuando el público no está completamente informado sobre el tema en cuestión y en política suele ser así en España.

La conclusión es que el candidato de la “derechultra” utilizó como arma retórica el denominado “galope de Gish” o “metralleta de falacias”, un arma retórica catalogada como escasamente ética para el desarrollo del debate y que demuestra, al decir de autores que han investigado el tema como la propia Scott, la escasa honradez del candidato que utiliza esta técnica.

Dicho lo anterior, hay otras dos variables a considerar: el oponente quedó confundido por la agresividad de esta técnica y no la pudo invalidar ni rebatir, sucumbió ante las embestidas retóricas del candidato de la “derechultra”. Quizá incluya un déficit en la preparación de un debate, ya que no solo implica preparar los datos y los temas candentes, sino que precisa la técnica que se empleará tanto para defensa como ataque en el curso del debate. Es cierto que el ”Gish gallop” es difícil de contrarrestar, pero hay técnicas para hacerlo, tal y como se ha manifestado con anterioridad.

La segunda variable: el papel de los moderadores. En este caso fue la inacción, con lo que favorecieron sobremanera al candidato que empleaba la “metralleta de falacias” al no señalar esos contenidos. No supieron o no quisieron ejercer las funciones de su labor moderadora, solo hicieron referencia al cumplimiento del tiempo por parte de ambos oponentes, pero para ese viaje no hacían falta tales alforjas. Un moderador de un debate debe tener autoridad y determinación para reconducir los contenidos cuando existen distorsiones tan patentes y existe una manipulación tan patente del curso del debate.

Se ha celebrado un nuevo debate con los portavoces en el Congreso de los Diputados, eran 7 (siete), muy diversos y un solo moderador. La cosa fue muy diferente porque el moderador ejerció de tal y asumió su rol de forma activa y moduladora, en ningún caso permitió que los contenidos del debate salieran de los cauces debidos a los apartados y a la participación concreta de cada portavoz. Aunque la portavoz del pp intentó en varias ocasiones desarrollarla, la determinación del Portavoz socialista en señalar la herramienta retórica y la decisión del moderador, secaron tanto a la portavoz del pp como al portavoz de vox, ambos intentaban una y otra vez embarrar el debate, pero ni el moderador ni los otros portavoces lo permitieron. Buen debate y sin galopes extraños.

Hasta aquí los contenidos del primer debate, insuficientemente planificado, deficientemente moderado y elevadamente manipulado por el candidato de la “derechultra”. La confusión creada no alcanzó solo al oponente, sino al conjunto de los espectadores.

El “Gish gallop” no es más que la forma práctica y moderna, hasta un poco repipi, de escenificar lo que avisó Sócrates: “Cuando uno se siente perdido en un debate, solo le queda la difamación”.

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