El verano de 2016 ha deparado un nuevo debate social en Francia que se extiende a toda Europa: el veto al burkini en las playas o incluso la entrada a restaurantes de mujeres ataviadas con los diversos velos islámicos. Alcaldes y diputados franceses reclaman una ley que ampare el veto de esta prenda, a pesar de que el Consejo de Estado haya declarado inconstitucional su prohibición.

Un debate que se ‘cuela’ en la precampaña electoral gala. Sarcozy promete cambiar la Constitución para prohibir el burkini. Y el primer ministro francés, Manuel Vals, el único socialista que se ha mostrado a favor de la prohibición y ha propuesto medidas en esta dirección.

El temor a los terroristas del Daesh pesa sobre los hombros de muchos franceses que miran con recelo una cultura que, según el propio Vals, conlleva expresiones que reflejan una visión arcaica de las mujeres en lugares públicos. Y es comprensible que así lo veamos en occidente pero ya saben… algunos piensan que donde empieza tu libertad termina la mía.