Libia, ¿la nueva plaza fuerte del Daesh?
Hace cinco años sus palabras sonaban a amenaza, pero ahora resultan profecía. Seif al-Islam Gadafi, hijo de Muamar y su heredero político, vaticinó poco después de que triunfara la revuelta política contra su padre en 2011, que el país podría descender al caos político, a la división interna, a la guerra y al ascenso del radicalismo.
Hoy, cinco años después, el Daesh avanza posiciones. Tanto, que los líderes del grupo terrorista están abandonando Siria para trasladarse a Libia. Sus filas se refuerzan a diario con miles de milicianos. Ha tomado posiciones prácticamente en toda la costa del Mediterráneo. Una expansión que se produce desde Sirte, donde tiene su cuartel General.
Además de esta ciudad, también controlan Benghazi, Dema y su ofensiva se dirige hacia el sur y el este, donde se encuentra la ciudad de Sabratha. Su objetivo no solo es controlar la salida al mar, sino también los pozos petrolíferos, el principal recurso económico del país.
Una ofensiva que coincide con un proceso de paz y de un gobierno de unidad nacional que naufraga. Una vez más, y ya son tres desde que se firmara el acuerdo auspiciado por la ONU, el presidente del gobierno ha pospuesto la presentación al Parlamento de la lista de un ejecutivo de unidad. Y sin gobierno de unidad no habrá ayuda internacional para la reconstrucción del país ni tampoco un plan coordinado, como ocurre en Siria, para combatir al Daesh.
Las partes en conflicto
La dirección de las Fuerzas Armadas divide a las dos partes en conflicto: el gobierno de Tobruk y los islamistas del Parlamento de Trípoli.
La figura del general Haftar, actual jefe del Ejército de Tobruk representa el punto de la discordia.Trípoli, veta cualquier posibilidad de que él o un hombre de su confianza sea quien dirija el destino de las fuerzas armadas del país.
Precisamente, el general Haftar protagonizó en 2012 la llamada ‘Operación Dignidad’. Una ofensiva militar contra los grupos yihadistas. Los grupos islamistas, agrupados en una coalición denominada ‘Amanecer Libio’, respondieron a lo que consideraban un golpe de Estado por parte del militar, haciéndose con el control de la capital, Trípoli.
En este contexto se celebraron nuevas elecciones al parlamento pero los resultados no fueron reconocidos por los islamistas. Desde entonces, dos gobiernos se disputan la legitimidad del país.
El gobierno de Tobruk. Cuenta con el beneplácito del Consejo de las Tribus de Libia. Respaldado por el Ejército libio Nacional (LNA) y otras facciones armadas como las brigadas de Zentan, las milicias Tobous, o las milicias Petroleum Facilities Guard (PGF), que custodian los importantes yacimientos petrolíferos.
Cuenta con el apoyo de parte de la comunidad internacional, incluidos los Emiratos Árabes Unidos y Egipto.
El Gobierno de Trípoli. Está representado en el Congreso Nacional General (NGNC), formado por los grupos islamistas agrupados en torno a ‘Amanecer Libio’, entre ellas las brigadas de Misrata.
Entre tanto el país se desangra. Según la ONU, el sistema bancario está colapsando, la producción de petróleo está bajo mínimos, se suceden cortes de energía en numerosas partes del páis… hasta el gobierno tiene dificultades para pagar los salarios.
Desde que estalló la contienda, medio millón de personas han sido desplazadas de sus hogares a campos de refugiados que dependen de la ayuda humanitaria.
Libia, apenas a 300 kilómetros de Italia, amenaza con convertirse en una base estratégica del Daesh para realizar ataques contra Europa y África del Norte. Este es el resultado de la desestabilización tan interesada que se hizo en su día.