Vacunar: ¿Es de verdad un debate?
Vacunar o no vacunar. Con la llegada de la democracia a España se derogó la obligatoriedad de vacunar contra la viruela y la difteria. A día se hoy, se trata de una elección personal de los padres, el inmunizar a sus hijos frente a diferentes enfermedades que todavía circulan entre la población mundial. El caso del pequeño de Olot afectado por la difteria, cuyos padres habían decidido no vacunar y el del niño alemán que falleció hace muy poco por sarampión han abierto un debate que hace algunos años no existía.
En los últimos años ha crecido el número de padres y de asociaciones que se muestran en contra de la vacunación sistemática, por los efectos secundarios que las vacunas pueden producir en el organismo. Efectos secundarios, que en la inmensa mayoría de los casos se reducen a malestar general o unas décimas de fiebre. Los casos en los que una vacuna ha producido una reacción adversa fatal, son realmente pocos.
La comunidad médica en general se muestra siempre a favor de la vacunación como método de prevención para contraer determinadas enfermedades, y advierte que las consecuencias de dejar de vacunarnos pueden ser desastrosas. Los expertos hablan de retroceder al tiempo de nuestros bisabuelos y rescatar del olvido enfermedades aun no erradicadas, pero que apenas están afectando ya a la población.
¿Cómo afecta a la vida de un niño no vacunarse? Al no existir obligatoriedad en la vacunación, los centros de educación pública, se ven en la obligación de aceptar a niños sin vacunar aunque pidan a la hora de las matriculaciones, la cartilla a sus padres, quienes por cierto, son también libres de facilitar o no esa información. Desde el ministerio o la consejería de Sanidad pertinente, solo se pueden lanzar campañas que hablen de los beneficios de la vacunación e informen sobre su seguridad y los riesgos que puede conllevar tanto vacunar como no vacunar, pero, ¿va a empezar a generarse una psicosis? ¿Se echa de menos la información?
Un niño vacunado puede portar una bacteria, como la difteria, y que esto no le afecte a él pero sí a otros niños no vacunados o adultos que no se hayan aplicado los refuerzos. Al no haber ley que exija la vacunación parece poco probable que se niegue el acceso de los niños sin vacunar a determinadas instalaciones, por lo que, realmente, no habrá trabas sociales para los niños sin vacunar a menos que enfermen y queden estigmatizados de alguna manera. El debate es doble, no se trata solo de vacunar o no vacunar, ¿Debería ser obligatorio?
No existe medicamento 100% seguro, pero cuando se trata de las vacunas, el proceso por el que pasan antes de ser comercializadas garantiza que siempre su beneficio va a ser siempre superior a su perjuicio.
La seguridad de una vacuna se evalúa mediante ensayos clínicos previos a la autorización de comercialización. Los datos de seguridad de la vacuna generalmente se recogen después de la administración de cada dosis. Puesto que la mayoría de las reacciones adversas ocurren en los primeros días tras la administración de la vacuna, generalmente se acepta que los estudios recojan la información de cualquier acontecimiento adverso durante 5 a 7 días (más largo para vacunas vivas). Como mínimo, los estudios preautorización deben proporcionar información suficiente para detectar efectos adversos locales o sistémicos poco comunes (por ejemplo, efectos que ocurren con una frecuencia entre 1/100 a 1/1000 personas vacunadas). El tamaño de muestra mínimo requerido para realizar estos estudios en nuevas vacunas es de 3.000 personas, según detalla el ministerio de sanidad en su informe Criterios de Evaluación para Fundamentar Modificaciones en el Programa de Vacunación en España publicado en 2013.
Pero la seguridad, no es la única variable que se tiene en cuenta a la hora de vender una vacuna, existen además otros criterios como son la inmunogeneidad, la eficacia protectora, y la efectividad.
Como ven, cuando una vacuna se lanza al mercado ha pasado todo tipo de filtros que garantizan que no van a ocasionar un daño en circunstancias normales. Una reacción adversa a una vacuna puede darse en la misma medida que a cualquier otro medicamento. Son los datos y las estadísticas las que respaldan la opción de vacunar, frente a las elucubraciones y atribuciones poco fundamentadas que se colocan del lado del no. Además, se corre el peligro de confundir una crianza natural con no inmunizar a los pequeños.
En cualquier caso, ¿De quién es el derecho de vacunación? ¿A quién pertenece realmente?
Cuando optamos por no vacunar a un niño, al primero que perjudicamos, es a él, es su salud la primera que corre peligro. Informarse, estar al día en el calendario de vacunaciones y poner en manos de los profesionales de la medicina la salud de nuestros hijos es lo único que nos va a ofrecer las más altas probabilidades de verlo crecer sano y feliz.