Diario de una joven emigrada Nº 17: Volver a casa
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Volver a casa por vacaciones…
…Y días más tarde, de vuelta a la tierra de acogida; en mi caso, Berlín.
Superé –si no al menos por momentos– mi miedo a volar y llegué a Madrid, como supongo hemos hecho algunos (los pocos que hemos tenido la oportunidad de volver a nuestras ciudades aunque solo fuese unos días…).
En mi caso, fui a ver a mi familia, amigos y el sol, ese astro tan vital en la vida de un emigrado que se va a un lugar frío y oscuro en invierno. ALGO ESENCIAL, por lo menos, así lo considero yo.
Volver de nuevo a hacer la maleta, ¡que ya no va vacía! Ahora vuelve con jamón, colacao, aceite y ese tipo de cosas que allí no hay, o, al menos, no saben tan bien como aquí. Pero sobre todo, me llevo la maleta llena de buenos momentos, de risas, de calor, de energía para volver, de días de sol, de buenas vibraciones, y, sobre todo, de emociones…
También me la llevo llena de pensamientos y reflexiones; vuelven las preguntas: ¿qué hago yo allí? ¿Me quedo? ¿Me vuelvo?
La vida es un camino de decisiones que tomamos cada día, decisiones que nos llevan por uno u otro lado. Nos acerca o aleja de la gente, de un trabajo, de la familia, e incluso a veces de nosotros mismos. Es ahí donde uno se para. Piensa, piensa de nuevo, y vuelve a pensar.
Cada emigrado, al igual que yo, decidió por uno u otro motivo eso mismo: emigrar. Cada uno se marcó su propio objetivo, el cual no todos consiguen alcanzar. Pero no pasa nada. No pasa nada por el simple hecho de que aunque a veces parece que no está saliendo bien o no sale, no sale porque no tiene que salir, porque quizás, o incluso con toda certeza, hay algo mejor esperándonos…
Ayer mismo, mientras pensaba y pensaba, recibí un mensaje de un amigo que me dijo:
“Inma, en cuanto vuelvas a Berlín, tienes trabajo”
¡Imaginaos mi cara de sorpresa! Por fin parece que sale algo, algo que al menos me permitirá ir cumpliendo mi objetivo a corto-medio plazo o cuanto menos, me servirá para poder seguir con mi experiencia allí.
A veces, a nosotros los emigrados, se nos olvida algo esencial.
No somos los primeros, ni los últimos en emigrar. Y mucho tendríamos que valorar las condiciones en las que emigramos. ¿Cuántos de vuestros abuelos, bisabuelos o tatarabuelos emigraron? ¿Y nunca os han contado cómo fue su experiencia? Porque es algo que nos abriría los ojos a muchos de los que estamos fuera. Nosotros hemos venido en avión, en tren, y, si me apuras, en un coche con calefacción o aire acondicionado. Ellos vinieron como pudieron, y os aseguro que no fue ni la mitad de agradable y cómodo que como lo hicimos nosotros…
Con esto solo quiero recordar, tanto a vosotros como a mí, que ya que tenemos esa ventaja que no tuvieron los nuestros, aprovechemos al máximo nuestra experiencia fuera, que luchemos por nuestros objetivos, que si nos caemos, nos levantemos con más fuerza que antes, que riamos, que disfrutemos de cada pequeño momento. Porque son esos momentos, esos días, esas horas, esos minutos, los que hacen que seamos felices aún cuando las cosas se complican. Son los que nos dan la energía, la fuerza y las ganas de seguir adelante, incluso si nos hemos equivocado.
A todos los que un día emigraron como yo, por cualquier motivo, en la situación que fuese.
Nunca tiréis la toalla porque después de la tempestad, siempre viene la calma…
Que tengáis buena semana, estéis en el lugar del mundo en el que estéis ☺
Y si os apetece, me gustaría que compartieses un poco vuestra historia que aunque dicen eso de “mal de muchos, consuelo de tontos”, el ver que somos muchos los que estamos fuera y compartir nuestras historias, nos ayudará a sentir que lo que hemos hecho, aunque solo sea por ayudarnos los unos a los otros, ha merecido la pena.
Y que leáis esto mientras escucháis la canción del vídeo que comparto hoy.
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