El peor Rajoy pierde los papeles
No es nueva esta actitud de Rajoy. Un tono parecido, aunque no bajo el influjo de semejante ira y excitación, era el que empleaba contra Zapatero en debates como el de esta semana. Subía Zapatero a hablar de su gestión y le replicaba Rajoy desgranando una batería de insultos que lo dejaban convertido en un trapo. O al menos eso intentaba Rajoy, aunque nunca logró doblarle ni resultar ganador en las trifulcas que organizaba.
En el cara a cara con pedro Sánchez, Rajoy incapaz de distanciarse de los ataques de Sánchez limitándose a presumir de sus buenos datos macroeconómicos, ha decidido bajar a la vieja arena de la crispación y ponerse en evidencia agitándose ante la cámara para tratar de degradar personalmente a su contrincante principal. No hay registro histórico de tal enfado y tales imprecaciones de un presidente a su adversario. Esa, según los expertos, es tarea del aspirante que necesita mostrar músculo ante el electorado o autoridad ante los suyos. Pero no de quien acude al Parlamento a darnos cuenta de sus brillantes éxitos.
El peor Rajoy y la crispación
Pedro Sánchez ha estado seguro de sí mismo hasta el punto de encararse con el desaforado Rajoy afirmando que él sí es un político limpio. Ni a eso ni a sus reproches sobre las medidas que anuncia cada vez que hay debate y que luego guarda en el cajón con el peor de los cinismos, ha dado respuesta convincente el presidente del gobierno. Se han enzarzado en su enfado y se ha negado a contestar lo evidente. Incluso, en el colmo del despropósito retrospectivo, le ha dicho al secretario general socialista que llevaba la respuesta escrita. Aquello que con tanto éxito le contestaba Zapatero cuando el aspirante Rajoy, derrotado en dos elecciones por el diputado de León, se desgañitaba en la tribuna para dar alegría a la parroquia más reaccionaria del país.
El argumento de que no lo quieren ni los suyos debería invitarle a reflexionar sobre su relación con Aguirre o Aznar, sobre cómo lo ven sus propios compañeros de partido que ya han barajado en más de una ocasión que su vicepresidenta le sustituyera en la siguiente contienda electoral. Y de paso, dicho esto, ya podría caerle la cara de vergüenza al club de palmeros de la propia casa socialista que ataca, día sí día también, a Pedro Sánchez, como antes lo hicieron con Zapatero – flaca memoria la del expresidente – en corrillos de diputados del PP y gacetilleros diversos.
Un invitado a un programa de radio afirmaba este fin de semana que este debate será el último botellón de bipartidismo. Puede ser cierto. Desde luego, la conducta de Mariano Rajoy agrediendo verbalmente a Sánchez con la agresividad que ha vertido en la primera sesión, y con la indescriptible zafiedad del ‘es usted patético’, lo único que consigue es retratar al verdadero sujeto que hay detrás del plasma y la naturaleza del carácter del falso hombre tranquilo que nos gobierna y dejar la democracia de hoy – tan criticada desde la presunta ‘demagogia’ – a los pies de los caballos.
Debería disculparse si no ante Sánchez sí ante los ciudadanos, y sobre todo ante sus propios votantes a quienes ha confundido con el despreciable grupo de forofos del Betis que pronto se sentarán ante la justicia.
No son ni formas ni el estilo que deseamos los españoles para nuestro país.